En el mundo, los impuestos a la riqueza han tenido resultados mixtos. Las principales críticas son que el impuesto tiene un alto costo de administración (que diluye sus beneficios) y genera movimiento de capitales hacia destinos, que no se encuentran gravados.
En Chile, hoy no existe un impuesto a la riqueza propiamente tal, sino que están el impuesto a la herencia (0,03% del PIB), contribuciones (0,6% del PIB) y a las transacciones financieras y de capital (0,22% del PIB), totalizando una recaudación de 0,85% del PIB . Adicionalmente, este año se creó el impuesto a las propiedades de alto valor (avaluadas en más de 200 millones de pesos) . Sin embargo, este sólo permitiría recaudar USD200 millones adicionales, es decir, 0,06% adicional.
Sin perjuicio de lo anterior, existe espacio para aumentar el impuesto a los inmuebles. Este impuesto sería más fácil de administrar y permitiría lograr un resultado similar al impuesto a la riqueza, propuesto por la oposición. Adicionalmente, este mayor impuesto sería permanente y no solo transitorio. En definitiva, los eventuales costos de administración y la posibilidad de que se genere una fuga de capitales, justo en el momento en que se debe reactivar la economía, la hacen una medida contraproducente en este período. ¡Mala idea!